Notas y aproximaciones posteriores a la
exposición
por Paula Bustos Flores (Dirección Creativa y Coordinación
– faenadigital@gmail.com )
Intenciones
de Luz – Horizontes del Sur es la muestra que Augusto
Ballardo (Lima, 1986) expuso entre el 29 de enero y 06 de febrero de 2015 en la
galería del MICH www.museointernacionaldechile.cl Conformada
por instalaciones site especific el artista trabajó desde las posibilidades que
el espacio a intervenir le brindaba. Es así que, utilizando tubos fluorescentes
de dos tonalidades y que en conjunto nos acercan al color arrebol del atardecer,
nos invitó a recorrer el lugar aproximándonos a estos Horizontes Intencionales.
Desde
2011 que Augusto viene trabajando con instalaciones lumínicas las que, irradian
colores más allá de la intervención misma y tal como sucedió en la exhibición
emplazada en Providencia, prolonga la obra al espacio exterior, ampliando su
fulgor hacia todo el entorno de la galería.
Esta cualidad expansiva es una propiedad que la luz posee y que en sí misma
acompaña al artista para cumplir sus propósitos visuales, pasando desde las
intenciones a la realidad de luz.
Fue imposible
pasar por alto lo purista del montaje que asistía desde lo técnico al concepto de la obra. Cercana a una estética minimal pero con fuerte arraigo en lo
geométrico y abstracto heredado de la iconografía precolombina. Esta carga
simbólica potente se podía corroborar en una gráfica lineal que representa los
horizontes cordillerano y marítimo enlazados. Dicha figura repetida
modularmente se encontraba en un dibujo enmarcado en acrílico y también al
interior de la segunda sala, de manera menos perceptible, estaba pintada en sus
paredes con un segundo blanco. Dos piezas de hule adosadas al muro con imanes
prolongaban esta idea de horizonte continuo ondeante, ambas pintadas con
franjas paralelas de los colores de las luces; rojo y azul fosforescente.
Siguiendo
la composición pulcra de las salas es importante señalar que la disposición
vertical de los tubos rompía con la clásica idea del horizonte apaisado que
tenemos y proponía sensaciones visuales muy atractivas y empíricas. A pesar de
que cada tubo por separado era una línea vertical, al estar montados en
continuidad conformaban bloques de color luz. De esta manera ya desde la calle
percibíamos la obra, observando como un cuadrado rosáceo adosado a la ventana
se expandía sobre plantas, edificios, banquillos, veredas y todo elemento
adyacente. La pieza central encendida indicaba el lugar de los hechos,
funcionando como una invitación a la curiosidad de los transeúntes. Esto hace
posible indicar que la obra planteada por Augusto Ballardo hace partícipes las
percepciones y vivencias directas del espectador ante la misma; ya que, como
fue ampliamente comentado por el público: al mantenerse observando los tonos de
luces hacía posible que al mirar hacia otro lugar vieras tu objetivo con un
filtro verdoso, propio del complemento faltante en los colores luz (RGB).
Entrando
a la galería la predominancia del azul de la primera instalación inducía a un
ambiente seco, más bien frío, que hacía concentrarnos en la pieza de hule
transparente del fondo del lugar. Esta última que a primera vista parecía
caída, cuestionaba al visitante y podía ser comprendida en relación al dibujo
enmarcado al que se hizo mención anteriormente. El doblez siempre presente en
la obra del artista nos indicaba a proseguir el recorrido hacia la derecha del
espacio. Por el pasillo los destellos de luz hacían que inevitablemente vieras
el resto todo rosado y sutilmente dulce. Entrando a mano izquierda por el
umbral carmesí podías reencontrarte con la instalación de la ventana que esta
vez por dentro irradiaba sobre toda la sala y sus objetos su luz violácea,
induciendo automáticamente a una visualidad de espectáculo muy simple, pero que
denotaba la preocupación del artista en su presentación con intervalos de
espacios combinados simétricamente por proyecciones lumínicas y horizontes de
color.
Más
allá de luces, proyecciones, colores y la obra en sí misma lo que me impresionó
de acompañar a Augusto en este proceso de exhibición en Santiago fue el valor
de la autogestión como mecanismo de acceso e intromisión al circuito local. Sin
duda, esto marca la persistencia y motor del artista por encontrar su horizonte
en este plano y se ve reflejado en la cobertura que ha tenido su muestra y los
alcances relacionales que por parte de la misma han surgido.